Un poco de eaventura...
Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso.
Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.
Cansadas de la ciudad (los antros, la escuela, los maestros, los padres, el tráfico) y con ganas de respirar aire fresco, decidimos emprender un viaje hacia un rumbo diferente.
Eran las 12:00 horas del día y salimos hacia la carretera rumbo a playa del Carmen, hacía un calor intenso, y lo peor es que no teníamos aire acondicionado, así que pasamos por una tienda para abastecernos de bebidas energéticas y comida nutritiva para el camino (cervezas, papas fritas, chicles). Siguiendo el rumbo, decidimos entrar al primer cenote que encontramos llamado “Ixtabay” (el nombre proviene de una leyenda maya), a una hora de la ciudad de Cancún, pasando playa del Carmen, cada diez minutos hay cenotes para visitar, con un costo aproximado de $80 pesos por persona.
Al adentrarnos unos tres kilómetros en la selva, encontramos el primer cenote, ya que habían tres en el mismo lugar, este, era el más grande, el clima perfecto, las hojas de los arboles daban una sombra fresca y el agua cristalina, en la que darte un chapuzón es casi obligatorio, eso sí, el agua está a prueba de valientes, suele ser muy fría, ya que muchos de ellos están dentro de cuevas bastante profundas.
Según se cuenta, todos los cenotes fueron creados debido al impacto del meteorito Chicxulub en Progreso Yucatán hace aproximadamente 65 millones de años. Los cenotes son lugares sagrados para los mayas contemporáneos como lo fueron para sus ancestros, según la tradición el agua que atesora esos pozos es considerada “virgen o pura”.
Los mayas daban gran importancia al cenote “Dzonot” en lengua maya que significa “Hoyo en el suelo o pozo”.
Majestuosas ceremonias tenían como escenarios los cenotes, y eran utilizados en la práctica de rituales ya que no podían ser utilizados para el abastecimiento de agua.
Son lugares totalmente naturales, se consideraban la entrada al inframundo por eso, se hacían sacrificios humanos, para mantener contentos a esos dioses; el más importante de todos se considera el cenote sagrado de Chichen Itza.
Los cenotes se forman tras un proceso geomorfológico denominado karst que combina mecanismos de disolución colapso y construcción de la caliza. Todos estos actuando en diferentes escalas de tiempo y espacio dan como resultado la formación de una gran variedad de cenotes: algunos a cielo abierto, otros cerrados, con cueva y caverna, semicerrados y la combinación de varios tipos.
Son miles los cenotes que se encuentran en esta extensa llanura de la Península de Yucatán; no existe un registro real de cuantos habrá, pues muchos de ellos todavía están, afortunadamente, escondidos entre la selva baja. Otros ya han sido reconocidos, explorados y utilizado con diversos fines: abastecimiento de agua, para fines turísticos, investigación científica, etc.
Los paisajes que se tienen en estas formaciones geológicas de tantos millones de años es un atractivo más para el turismo que en busca de nuevas actividades y nuevas aventuras llega a la península, especialmente a la Riviera Maya donde se ha visto un acelerado crecimiento económico producto del turismo.
No se permite introducir alimentos o bebidas al lugar, pero hay hamacas y palapas donde sin entrar al cenote, puedes consumirlos tranquilamente, y disfrutar del hermoso paisaje.
Las personas que viven ahí, nos comentaron que en el mes de mayo se pueden apreciar distintos tipos de aves como loros y que solamente muy adentro de la selva hay culebras, si tienes suerte, podrás ver monos u otro tipo de animales exóticos. Alrededor del cenote, hay tortugas, lirios, peces y una extensa variedad de plantas.
Al salir, alrededor de las 6:00 de la tarde, tuvimos un percance con el auto, por lo que recomendamos ir en grupos o parejas desde muy temprano, por cualquier situación que se presente, ya que en medio de la selva, sin luz, ni personas que puedan ayudar, se necesita más que una cabeza para pensar.
Fue una experiencia increíble, totalmente diferente, algo inusual; nadamos, reímos, disfrutamos, caminamos, pero sobre todo, el contacto con la naturaleza fue algo mágico.
Por: Sonia Carmona y Estefania Ojeda